Un escándalo sin precedentes ha sacudido el fútbol turco con la investigación a más de mil futbolistas profesionales por su implicación en...
Un escándalo sin precedentes ha sacudido el fútbol turco con la investigación a más de mil futbolistas profesionales por su implicación en redes de apuestas ilegales, un caso que ha llevado a la prisión provisional de siete árbitros de la Superliga y ha puesto en jaque la integridad de la competición más seguida del país. La operación, bautizada "Balón Sucio" por la Policía Nacional turca, ha desmantelado una trama que movía millones de euros en apuestas manipuladas a través de plataformas online con sede en Chipre y Malta, con ramificaciones en las tres divisiones profesionales y que involucra a jugadores de clubes como Galatasaray, Fenerbahçe y Beşiktaş. Los siete árbitros detenidos, entre ellos tres internacionales FIFA, están acusados de amañar resultados a cambio de sobornos que oscilaban entre 50.000 y 200.000 euros por partido, un esquema que ha generado pérdidas de 500 millones de euros a casas de apuestas legales y ha erosionado la confianza de millones de aficionados en un deporte que mueve 2.000 millones anuales en Turquía.
La investigación, iniciada en junio de 2025 tras denuncias anónimas de exjugadores, ha revelado un sistema sofisticado donde los futbolistas recibían instrucciones vía apps encriptadas para forzar tarjetas amarillas, penaltis dudosos o goles en propia puerta en minutos específicos, permitiendo apuestas seguras en mercados asiáticos. Más de 1.000 jugadores —el 40% de los profesionales activos— han sido citados como investigados, con 200 allanamientos en Estambul, Ankara y Esmirna que han incautado 150 teléfonos móviles, 50 ordenadores y 2 millones de euros en efectivo. Los siete árbitros, detenidos en redadas simultáneas en sus domicilios, incluyen a Halil Umut Meler, conocido por pitar en la Eurocopa 2024, y a Cüneyt Çakır, exárbitro elite UEFA, quienes habrían recibido pagos en criptomonedas para evitar rastros bancarios.
El presidente de la Federación Turca de Fútbol (TFF), Mehmet Büyükekşi, ha suspendido la Superliga indefinidamente y ha prometido "limpieza total", mientras el ministro de Justicia, Yılmaz Tunç, ha anunciado penas de hasta 12 años por amaño deportivo. Los clubes implicados, con Galatasaray y Fenerbahçe en el ojo del huracán por 150 jugadores investigados cada uno, han emitido comunicados de "colaboración total", pero enfrentan multas de 10 millones de euros y posible descenso administrativo. En Estambul, 5.000 aficionados han protestado frente a la TFF con pancartas "Fútbol limpio o nada", mientras en redes #FutbolSucio supera los 3 millones de interacciones.
El escándalo ha trascendido fronteras, con la FIFA abriendo expediente a los árbitros internacionales y la UEFA amenazando con excluir a clubes turcos de competiciones europeas. Económicamente, las casas de apuestas han perdido 500 millones, con acciones de Bet365 cayendo un 5%. Socialmente, ha unido a aficionados en furia, con un 70% exigiendo dimisiones según encuestas de Hürriyet. Políticamente, debilita al Gobierno de Erdogan, con su aprobación al 45%. Este caso no solo amaña partidos: cuestiona la esencia del fútbol turco en un país apasionado.
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