El mundo del fútbol argentino y sudamericano se encuentra sumido en un profundo duelo tras el fallecimiento de Miguel Ángel Russo , el caris...
El mundo del fútbol argentino y sudamericano se encuentra sumido en un profundo duelo tras el fallecimiento de Miguel Ángel Russo, el carismático entrenador de Boca Juniors, ocurrido este miércoles 8 de octubre de 2025, a los 69 años de edad. Russo, una figura icónica del deporte rey en la región, dejó de existir en su hogar en la Capital Federal, rodeado de su familia y seres queridos, bajo internación domiciliaria. Aunque algunas fuentes iniciales mencionaron un paro cardíaco como causa inmediata, el deceso se atribuye a las complicaciones derivadas de una larga y valiente batalla contra el cáncer de próstata y vejiga, diagnosticado en 2018. Su partida no solo conmociona a los hinchas xeneizes, sino que cierra un capítulo glorioso en la historia del fútbol, marcado por títulos inolvidables y una personalidad que irradiaba calidez y determinación.
Nacido el 9 de abril de 1956 en La Plata, Russo forjó su leyenda desde las canchas. Como jugador, fue un "one-club man" ejemplar, defendiendo exclusivamente la camiseta de Estudiantes de La Plata durante 15 años, entre 1975 y 1990. Debutó en Primera División en 1977 y se convirtió en un mediocampista incansable, conocido por su garra y visión de juego. Ganó dos Metropolitano (1982 y 1983) y una Copa Libertadores en 1983, además de ser parte del equipo que conquistó la Interamericana ese mismo año. Su retiro en 1990 no fue el fin de su vínculo con el Pincha: hoy, Estudiantes lo recuerda como "hijo pródigo y gloria futbolística", con un emotivo mensaje que resalta su legado eterno en el club que lo vio nacer deportivamente.
La transición a la dirección técnica elevó a Russo a la categoría de mito. Su carrera como entrenador abarcó más de mil partidos en ocho países, demostrando una versatilidad envidiable. En Argentina, dirigió a Vélez Sarsfield, donde ganó la Clausura 1993 y la Supercopa 1996; a San Lorenzo, con dos etapas que incluyeron la Copa Mercosur 2001; y, por supuesto, a Boca Juniors, donde brilló en dos ciclos previos. Su mayor hazaña con el Xeneize fue la Copa Libertadores 2007, un título que permanece como el último internacional del club hasta la fecha, logrado con un equipo que combinaba juventud y experiencia, liderado por figuras como Riquelme y Palacio. En 2025, regresó por tercera vez a La Bombonera, convocado por Juan Román Riquelme, para un ciclo que, pese a las adversidades, prometía revivir glorias pasadas.
Fuera de las fronteras argentinas, Russo dejó huellas imborrables. En Colombia, con Millonarios, conquistó dos ligas (2017-II y 2018-I) mientras combatía su enfermedad, dirigiendo sesiones de quimioterapia intercaladas con entrenamientos. En México, guió a Guadalajara y Tijuana; en Perú, a Alianza Lima en 2019, donde el club blanquiazul lo despidió con un "hasta siempre, ídolo"; en Paraguay, a Cerro Porteño; en Chile, a Universidad Católica; y en Arabia Saudita, al Al-Nassr. Incluso tuvo un breve paso por el Vélez en España. Su estilo, basado en el equilibrio táctico, la motivación emocional y un fútbol ofensivo pero sólido, lo convirtió en un técnico admirado por su humanidad por encima de los trofeos.
La enfermedad irrumpió en 2018, cuando, al frente de Millonarios, fue operado en Bogotá por cáncer de próstata. Russo enfrentó el diagnóstico con estoicismo, declarando en una entrevista con LA NACION: "Una mañana voy a decir hasta acá llegué", guiado por sus sensaciones. Sobrevivió a dos cirugías, múltiples quimioterapias y un cáncer de vejiga subsiguiente, sin dejar de trabajar. En septiembre de 2025, su salud se deterioró: hospitalizaciones por deshidratación e infecciones urinarias lo alejaron del banco. Su último partido fue el 21 de septiembre, un empate 2-2 ante Central Córdoba en La Bombonera. El 23, apareció públicamente por última vez en el predio, abrazado a Riquelme. El lunes 6, Boca emitió un comunicado sobre su internación con pronóstico reservado, y Claudio Úbeda asumió interinamente, dedicándole victorias desde el más allá.
La noticia de su muerte, confirmada cerca de las 19 horas, paralizó al fútbol. En Boca Predio, el partido de Reserva contra Belgrano se suspendió al minuto 38, con el anuncio resonando en los parlantes: "Lamentablemente, se confirma el fallecimiento de Miguel Ángel Russo". El club xeneize expresó: "Miguel deja una huella imborrable... ejemplo de alegría, calidez y esfuerzo". River Plate, en un gesto de respeto clásico, lamentó la pérdida; la AFA, a través de Claudio Tapia, envió abrazos; y exjugadores como Campaz y Palacio lo recordaron con gratitud. Sus restos serán velados en La Bombonera, epicentro de su legado bostero.
Russo no era solo un DT; era un puente entre generaciones, un hombre que humanizaba el fútbol en tiempos de presiones extremas. Su partida, en medio de una era de incertidumbre para Boca, invita a reflexionar sobre la fragilidad de la vida y la eternidad de los logros. Mientras el Xeneize busca un nuevo rumbo, el "Miguelo" perdura en las tribunas, en los trofeos y en los corazones de quienes lo vieron sonreír ante la adversidad. Descanse en paz, maestro.
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